Capitulo 1
El mercado de la ciudad capital estaba lleno de bullicio. El aire estaba cargado de olores a especias, carne, magikarps, y el constante sonido de los mercaderes ofreciendo sus productos. Entre ellos, un joven Lucario, con el rostro apagado y la mirada vacía, estaba de pie junto a su dueña, Doña Olivia, una Skarmory de mirada fría y autoritaria.
Aron, así se llamaba el Lucario, no podía evitar sentirse como un objeto más que un ser vivo. Lo que la mayoría no sabía es que, aunque él era consciente de su condición como esclavo, no le molestaba en absoluto. Había aprendido a aceptar su destino, a vivir en una jaula, con un collar mágico que lo marcaba como propiedad de la cruel mujer.
Doña Olivia era despiadada con él. Lo obligaba a trabajar largas horas, cargar con pesadas cestas, y hacer recados para ella. Si alguna vez cometía un error, su castigo era inmediato y severo. Sus días transcurrían en silencio, con la constante humillación a la que se veía sometido, hasta que un día, algo extraño ocurrió.
Un gran Pangoro, con una capa desgastada y una mirada decidida, apareció en el mercado. Su nombre era Barnaby. De inmediato, sus ojos se posaron en Aron, y sin pensarlo, se acercó a Doña Olivia.
—¡Oh, ¿qué tenemos aquí?!— dijo Barnaby con voz fuerte, tomando a Aron por el hombro, mientras el joven lucario no podía reaccionar.
Doña Olivia, que estaba regateando con un vendedor de especias, lo miró con desdén.
—¿Qué quieres, viejo?— preguntó en tono burlón.
—Quiero hacerte una propuesta, señora.— dijo Barnaby, su voz llena de seguridad. —Apostemos a algo: una partida de póker. Si gano, el Lucario será mío. Si tú ganas... bueno, no me importa lo que me ofrezcas.—
Olivia se rió, pensando que Barnaby no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Sin embargo, aceptó el reto, sabiendo que siempre había ganado en esas apuestas. Ambos se sentaron en una mesa improvisada, rodeados de curiosos, mientras el sol comenzaba a ponerse.
La partida fue larga, con tensión en cada carta. Aron observaba en silencio, sin comprender del todo lo que sucedía. De repente, Barnaby sonrió. En un giro inesperado, ganó la partida.
—¡Jajajaja! ¡Eso es todo, vieja!— dijo Barnaby, levantándose triunfante, mientras Doña Olivia comenzaba a gritar.
—¡No puede ser! ¡Esto es una trampa!— se quejó la Skarmory, pero no había vuelta atrás. Aron ahora era de Barnaby.
El Pangoro tomó la correa de Aron y lo miró con una sonrisa nostálgica.
—Parece que tienes algo especial, muchacho. Los ojos... veo la flama de un héroe en ti. Eres el descendiente de un viejo amigo mío, un gran guerrero. Tu destino es más grande de lo que imaginas.
Aron, confundido, no dijo nada. No entendía bien lo que Barnaby quería decir, pero algo en su corazón comenzó a latir más fuerte. Tal vez había algo más en su vida que ser solo un esclavo.
Epílogo: Un Nuevo Comienzo
Después de llegar a la finca de Barnaby, un lugar apartado en el campo, Aron fue recibido por un joven Lycanroc, llamado Facundo. Aunque era mayor que Aron, parecía tan tímido y un poco perdido.
Facundo, al ver a Aron entrenar por la mañana, se sintió atraído por su determinación. Sin embargo, no sabía cómo expresarlo. En sus ratos libres, miraba a Aron con admiración.
Un día, después de un entrenamiento intenso, Aron y Facundo comenzaron a hablar sobre sus gustos. Resultó que ambos amaban los cómics de aventuras y héroes.
—¡Eso es increíble! —exclamó Aron, con entusiasmo—. Yo también amo esos cómics.
Facundo sonrió, aunque su rostro se enrojeció un poco.
—¿De verdad? ¡A mí también! —respondió Facundo, algo nervioso.
Pero ese momento de camaradería se vio interrumpido por el sonido de un golpe fuerte. Barnaby apareció con su bastón, su rostro enrojecido por la ira.
—¡¿No pueden dejar de hacer ruido?! ¡Tengo que dormir, malditos!— rugió el Pangoro, golpeándolos suavemente con su bastón.
Facundo y Aron se quedaron en silencio, con cara de preocupación.
—¡Vayan a la esquina del castigo!— ordenó Barnaby, señalando un rincón de la sala.
Ambos caminaron a la esquina, todavía sorprendidos por la reacción de su mentor, pero una sonrisa cómplice apareció en sus rostros. Aunque el viejo era gruñón y a veces cruel, sabían que tenía sus propios métodos para enseñarles.
Capítulo intermedio: El Entrenamiento del Héroe
El tiempo pasó y Barnaby comenzó a entrenar a Aron, enseñándole a manejar sus poderes y habilidades. Pero más allá de la fuerza física, el viejo Pangoro insistía en algo más importante: los valores de un héroe.
—El verdadero héroe no solo es fuerte, muchacho— le explicó Barnaby en una de sus largas charlas —. Un héroe protege a los débiles, no porque lo ordenen, sino porque lo siente en su corazón. Y tú, Aron, llevas esa chispa en tus ojos.
Mientras tanto, Facundo, que se sentía más cerca de Aron cada día, luchaba con sus propios sentimientos. No entendía por qué sentía lo que sentía, pero estaba decidido a apoyarlo en todo.
Así comenzaba la verdadera historia de Aron Gold, un ex esclavo que pronto descubriría el poder que llevaba dentro y el destino que le aguardaba. Pero, por ahora,
tenía mucho que aprender, y Barnaby no pensaba hacerlo fácil.

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